Santander, 8 de mayo. En un mundo en el que cada segundo parece estar ocupado por pantallas, notificaciones y tareas urgentes, el aburrimiento se asocia como algo negativo o improductivo. Sin embargo, la evidencia neurocientífica y psicológica apunta que es necesario permitirnos estar aburrido, aunque sea por breves momentos al día, ya que es esencial para la salud cerebral.
Cuando el cerebro no está concentrado en una tarea concreta, entra en un estado de reposo activo que resulta clave para funcionar con tareas como la creatividad, la introspección y la consolidación de recuerdos. Este tipo de desconexión voluntaria fomenta la aparición de nuevas ideas, facilita la comprensión emocional de nuestras experiencias y contribuye al equilibrio mental.
Lejos de ser una señal de pereza, esos momentos de aparente inactividad favorecen la aparición de procesos mentales profundos. En lugar de llenar cada instante con redes sociales, música o tareas pendientes, permitir un rato de desconexión sin estímulos externos, ayuda a reducir el estrés y mejora la capacidad de concentración a largo plazo.
Además, desarrollar esta tolerancia al aburrimiento es especialmente importante en un entorno dominado por la inmediatez. La necesidad constante de estímulos puede llevar a una menor capacidad para gestionar la espera, el silencio o incluso la frustración, algo que afecta tanto a adultos como a niños.
También es importante incorporar pequeñas pausas sin estímulos durante la jornada como caminar sin el teléfono, sentarse unos minutos sin hacer nada o simplemente dejar la mente divagar. Puede parecer insignificante, pero ofrece grandes beneficios para la salud mental. Aburrirse un poco cada día no solo es natural, sino que es muy necesario.