Santander, 13 de mayo. En la vida cotidiana es habitual encontrar personas que parecen tener una energía inagotable. Mientras unos comienzan el día con entusiasmo y lo terminan con la misma vitalidad, otros luchan por mantenerse despiertos después del almuerzo. Esta diferencia en los niveles de energía no es una cuestión de azar, sino que responde a una combinación compleja de factores que abarcan desde la biología hasta los hábitos diarios.
Uno de los principales determinantes de la energía es la calidad del sueño. Dormir bien no solo implica dormir muchas horas, también significa alcanzar las fases más profundas del sueño que permiten la recuperación física y mental. Las personas que descansan de forma adecuada suelen mostrar mejor rendimiento durante el día tanto en el ámbito físico como en el cognitivo.
Otro factor clave es la alimentación. Una dieta equilibrada, regula los niveles de glucosa en sangre y evita picos de insulina que suelen provocar fatiga. Sin embargo, los alimentos altamente procesados, suelen generar altibajos energéticos que afectan el estado general del organismo.
Además, la actividad física también juega un papel fundamental. Aunque pueda parecer contradictorio, realizar ejercicio de forma regular incrementa los niveles de energía. Al mover el cuerpo, se activa el metabolismo, mejora la oxigenación del cerebro y se liberan endorfinas que son sustancias químicas que contribuyen al bienestar y la vitalidad.
Por otro lado, el estado emocional influye de manera significativa. El estrés crónico, la ansiedad o la depresión pueden acabar con la energía vital. En cambio, las personas con un enfoque optimista, que manejan el estrés de forma efectiva y se sienten motivadas por sus actividades diarias, tienden a experimentar una mayor sensación de energía.
También existen diferencias individuales relacionadas con la genética y la química cerebral. Algunas personas tienen una predisposición natural a estar más activas, lo cual no significa que quienes carecen de ella no puedan mejorar sus niveles energéticos con cambios en el estilo de vida.
Hábitos como dormir bien, comer de manera saludable, mantenerse activo y cuidar el estado emocional son estrategias clave para elevar los niveles de energía y mejorar la calidad de vida.